En la intimidad,
cuando la tarde tiende sus orillas
y la mente reposa del fárrago diario,
en ese instante que el pensamiento fluye
con la liviana libertad del pájaro
y uno olvida que es hombre,
que tras las paredes que lo guardan
una multitud precede los designios,
que el último pan no se inundó de bocas
y que en la romántica lluvia
se ahogaron los habitantes
de los ríos desbordados.
En ese momen…