A lo lejos se ve la casa, no quiero verla, tal vez debería dejar todo atrás y marcharme, huir como una ladrona en la noche y desaparecer para siempre, volver a empezar.
Crecimos por estas calles, las de arriba y las de abajo, compartiendo la bicicleta, las muñecas y los soldaditos de plomo, cual bandada de golondrinas eramos quince o veinte niños corriendo de cara al viento llenando de gritos…