Yo lo soñaba entonces, inmune a todo mal
hurgando un horizonte cubierto de regresos,
vestido con el traje febril de la esperanza y los ojos llenos de memoria.
En mi delirio inmenso, jamás imaginaba que podría ser el dueño y creador de cada uno de mis sueños.
Al verlo de mi lado, por siempre desprendido de toda promesa,
me convertía en la mujer más valiente y poderosa que yo nunca había conocido…