Perdida en Colar

[Carmen Amaralis Vega Olivencia]

Perdida en Colar

Estoy perdida, camino callejuelas, cruzo puentecillos y más puentecillos sobre aguas estancadas cubiertas de musgos grises. Me encuentro desorientada. Se hace un poco tarde, el sol ya se pone sobre los canales dejando una tenue aureola de luz multicolor sobre las paredes de antiguos edificios,  florecidos por la humedad.

Una sombra me persigue, estoy segura que es a  mí a quien quiere acercarse, camino rápido, y cada vez me confunden más las sombras de esa silueta que se mueve ágil detrás de mí. Unas veces parece la silueta de un ángel, otras, remolino luminiscente de pálidos colores, girando. Le escucho reír, si, ríe con una risita un tanto burlona, como queriendo dejarme saber que coincide con mi sentir.

Comienzo a desesperarme, los pasillos y rutas estrechas no parecen tener ningún destino preciso. Siento que doy vueltas y más vueltas  por el mismo lugar. Mala idea la mía de separarme del grupo de arquitectos con los que llegué para participar del corte de cinta de la III Muestra Internacional de arte de Francia. El protocolo estaba resultando demasiado largo y aburrido. Aldo Rossi hablaba y hablaba y parecía no tener intención de terminar de hablar nunca.

Los egos de los artistas resultan siempre muy grandes, y yo que no tenía nada que ver, solo acompañaba a mi querido amigo Mark, se me ocurrió la idea de alejarme del grupo y  tratar de encontrar entre el laberinto de callejuelas algún parque y apartarme del bullicio de los artistas. Ya se hace muy tarde, las callejuelas se tornan frías y oscuras El sol casi se ha puesto en el horizonte. Los pájaros oscuros sobre vuelan las plazas de torre a torre y las sombras de sus garras se hacen gigantes sobre mi cabeza.  Siento un miedo terrible, comienzo a pensar que no podré encontrar nunca el  rumbo correcto donde deben estar esperándome ansiosos mis amigos.  La silueta sigue insistiendo en perseguirme.

Me detengo, basta de huir, de correr sin rumbo fijo, lo que sea que sea. Doy un girón y mi mirada se posa sobre la más hermosa de las hermosas, si, tiene que ser un ángel, quizás mi ángel de la guarda que ha decidido rescatarme, hacer que logre llegar a mis amigos. Lo contemplo con detenimiento, maravillada, casi en éxtasis. Pero no, no puede ser un ángel, es que tiene dos pares de alas transparentes y de sus manos se desprende un polvo luminoso que le da un toque mágico al ambiente.

Me toma de la mano, sus dedos son largos y tibios, frágiles y suaves como la seda. Me mira con un toque de ternura y con un leve movimiento me indica el camino a seguir. Ahhh, tonta de mí, allí,  a dos cuadras estaban mis amigos. Siento que se separan sus dedos de mis manos. Giro para agradecerle y ha desaparecido, solo percibo un rastro luminoso que se elevaba al cielo sobre las diminutas flores de un gran jardín.

Carmen Amaralis Vega Olivencia

www.carmenamaralis-vega.com.ve    

[Carmen Amaralis Vega Olivencia]

Luis Gonzalo, amigo, que bueno que te gusta mi relato breve y mágico, los escribo con mucho amor para ustedes mis amigo, bendiciones, Amaralis

[LUIS GONZALO MACHADO SÀNCHEZ]

Un bello e interesante relato,felicidades, un fraterno abrazo

[Carmen Amaralis Vega Olivencia]

Muchas gracias mi querida lucía, bendiciones, Amaralis

[Lucia A. Navarrete Hernandez]

Hermosa historia Amaralis...

Saludos

Lucía